FUNDACIÓ VILA CASAS –ESPAI VOLART (Barcelona)
ALBERTO GARCÍA ÁLVAREZ: VISIONS i DESCONCERTS
O CUANDO EL CAOS DOMINA DEL ARTISTA
En el loable ánimo de la Fundació Vila Casas, o en el de cualquier otro estamento de similares características, el hecho de dar a conocer a nuevos artistas, o a otros desconocidos, con la finalidad de conseguirles un cierto currículum – lamentablemente muy concentrado en el ámbito catalán, y este es demasiado pequeño – pero no prestigio ni por supuesto cotización de mercado, tiene como contrapartida el hecho de encontrar realmente a creadores de calidad, y dar cabida a mediocridades abundantes, que sólo consiguen exhibir su obra en estos ámbitos.
Alberto García Álvarez es un claro ejemplo de lo que se acaba de exponer. Hay que llenar el Espai Volart – recientemente ampliado – y cualquier oferta, aunque sea convenientemente filtrada, - porque tampoco hay mucho donde escoger, y se elige lo primero que se encuentra - se acepta, es de suponer, que sin excesivas discusiones.
La muestra Visions i desconcerts (Visiones y desconciertos) que hasta el pasado 28 de mayo estuvo presente en una de las salas del Espai Volart, es un ejemplo, una vez más, de obra de perfil bajo, dentro de una abstracción de lo más visto, donde sólo abunda el gesto. No hay ni reflexión ni mensaje sino una mezcla de colores y pintadas que revela una pobre personalidad creativa, que busca un enfoque a su obra, pero que no lo encuentra.
García Álvarez – que dentro del ámbito artístico no lo conoce ni Dios – y cuya figura aparece en Internet dentro de la misma Fundació, o de las guías del Ocio y demás afines – ni siquiera dispone de un enlace de Facebook – ofrece una obra realizada en los años 90, (a excepción de su cremallera del 2009, lo que demuestra su escasa evolución artística), de trazos indeterminados, vulgares, sin ningún tipo de sintonía, sin mensaje. Una gama cromática muy básica, sin elaborar, sin combinar, sin buscar ni equilibrio ni armonía en la composición. Gestos de toda índole y grosor, a destajo, tal vez como símbolo de protesta, pero que sólo consiguen la indiferencia del espectador, por no pensar en un adjetivo calificativo de carácter escatológico.
Realizada en papel – una forma más económica y práctica que el lienzo, aunque según indica el catálogo, el artista utiliza este formato porque le permite utilizar distintas medidas y gramajes - no aporta novedad alguna, es una muestra “déjà vu” en todos sus componentes, incluida la escultura. Unas piezas de composición simple alguna de ellas no exenta de cierta curiosidad, pero que tampoco logran captar el interés del espectador. Son obras ensambladas, de planteamiento mínimo y que en la segunda década del siglo XXI están plenamente superadas.
Ni siquiera el toque de “humor” o “crítica” es acertado. Su “Cremallera” ralla la estupidez, tanto en el planteamiento estético como en su significado, éste último también más visto que el TBO.
Una muestra para olvidar, de la que como todas, se edita el correspondiente catálogo, cuyos textos son un primor de buscar la explicación a algo que sencillamente no la tiene. Indica Petar Vuletic – otro absoluto desconocido – en el apartado “Reflexión”: (…) Esta cualidad indescifrable es lo que finalmente distingue y transforma lo que es mundanamente físico en una experiencia edificante - ¿Me puede decir el autor del texto que hay de “edificante” en cuatro rallas mal pintadas, inconexas formando un maremágnum en el que nadie se aclara? – La habilidad particular de Alberto cae en la capacidad de transformar la materialidad ordinaria, en una cosa relevante estéticamente y espiritualmente – ¡¡¡Y utiliza la palabra cosa!!! - . La alquimia del artista. El “oro” del artista es una transmutación del pigmento y del soporte en más que la materialidad básica dela obra. El arte trasciende aquello que está hecho. Existe por sí mismo y esto es suficiente.
¿Encuentra el amable y desconocido lector que la imagen que ilustra el texto anterior concuerda con lo descrito?
Sin embargo, más recalcitrante resulta el prólogo del catálogo a cargo de la ilustradora y diseñadora gráfica Anna Llópis: (…) En las pinturas d’Albert García conviven la calidez del cercano Mediterráneo y la luminosidad de la Polinesia exótica (o tal vez tendría que ser al revés), el lugar de nacimiento donde se encuentran los antepasados y las raíces y el lugar de acogida, allá donde la vida nos ha conducido, donde nos hemos criado y construido y donde permanecerá nuestra huella. ¿Dónde está el Mediterráneo o la Polinesia en la fotografía adjunta?
En conclusión, cuando una obra no inspira y no se sabe qué decir, las musas descansan y se busca la paranoia.
Marta Teixidó
Crítico de arte
Cuuadros de una Exposicion.com
FUNDACIÓ VILA CASAS
Espai Volart 1-2
C/ Ausias March, 22
BARCELONA