FUNDACIÓN MAPFRE – CASA GARRIGA NOGUÉS (Barcelona)
PETER HUJAR: A LA VELOCIDAD DE LA VIDA
RETRATOS IMPLÍCITOS, MOMENTOS EXPLÍCITOS
Define el RAE, en su edición del tricentenario, la palabra como fotografía: Procedimiento o técnica que permite obtener imágenes fijas de la realidad, mediante la acción de la luz en una superficie sensible o sobre un sensor. Siguiendo con el mismo volumen, la palabra realidad, es reflejada entre varios de sus significados como: Verdad; lo que ocurre verdaderamente.
En el contexto de la exposición que nos ocupa: Peter Hujar, A la velocidad de la vida que Fundación Mapfre de Barcelona presenta hasta finales de este mes de abril, gracias a la colaboración con The Morgan Library & Museum, se hace absolutamente imprescindible tener muy claros estos conceptos, puesto que esta muestra incide en ambos, pero sin embargo, en un terreno totalmente al margen de lo determinado: la visión de quien capta la imagen.
No es esta una exposición de fotografía documental, aunque el conjunto de la misma revela el paso del tiempo a través de la mirada introvertida de Peter Hujar (1934-1987), un fotógrafo contracultural y marginal, que retrata un ámbito social verdadero, por lo tanto real y existente, que habita en un submundo de soledades intrínsecas e incomprensiones permanentes que la “feliz” sociedad de los años 60, 70 y parte de los 80, con su revolución cultural, sexual, económica y política ocultaba – y sigue haciéndolo – de personajes y situaciones que nos rodean de forma tan abrumadora… que ya no les prestamos atención.
La muestra constituye también todo un retrato psicológico de cómo era Hujar. Iconografías de personas o animales, objetos, algunos paisajes naturales, con abundancia de los urbanos, destacando altos edificios como símbolo de poder del ser humano, de alcanzar la cumbre, sin obviar alguna que otra connotación sexual o fálica, y en los que se aprecia interesantes puntos de fuga.
Hujar buscaba en sus retratos el reflejo de sus propios miedos, su aislamiento, el desamor por su condición de homosexual; la representación de gentes o elementos que no gozaban del bienestar que los medios de comunicación, gobiernos o multinacionales ofrecían en aquellas décadas, donde la guerra de Vietnam o los problemas de Oriente medio quedaban lejos. Peter
Es interesante destacar un párrafo de la nota de prensa: Sus fotografías, de formato cuadrado, transmiten serenidad y otorgan gravedad al objeto de su atención, al pausar el acelerado paso del tiempo y erigirse en un momento eterno.
Una definición precisa de una muestra aparentemente anárquica en su planteamiento expositivo, pero que el comisario de la misma, Joel Smith, ha sabido constituir pequeños grupos de imágenes, con algún elemento común, lo que permite tener una idea de la diferencia entre el Hujar realista y el Hujar artista. En la colocación de las mismas, existan también grandes y cuidados contrastes.
Peter Hujar nació en Trenton, Nueva Jersey, en 1934, y se crio en el campo con sus abuelos, inmigrantes polacos. Cuando tenía once años, su madre, que trabajaba de camarera, se lo llevó a vivir con ella a Manhattan.
Interesado en la fotografía desde su infancia, al terminar el instituto en 1953 trabajó como ayudante en el estudio de profesionales del mundo de las revistas y aspiraba a ser fotógrafo de moda como sus ídolos Lisette Model, Irving Penn y Richard Avedon. Entre 1968 y 1972 desarrolló una carrera como fotógrafo de moda freelance, publicando más de una docena de reportajes en Harper’s Bazaar y GQ.
Pero en esta exposición, no se exhiben trabajos de moda o de personajes famosos, que sólo eran una forma de obtener currículum y por lo tanto, bienestar económico, algo que en realidad nunca interesó al fotógrafo, quien a partir de 1973 se dedicó en exclusiva a retratar y captar la desafección, la reclusión y la marginalidad física, moral y económica que le rodeaba. Y no lo hacía desde el punto de vista del fotoperiodismo, lo que podría suponer también un mercantilismo a costa de las dificultades de los demás, sino desde una vertiente entre el arte y la motivación, bajo un prisma, como ya se ha mencionado, de una gran complejidad psicológica que la exposición refleja en toda su amplitud, con especial incidencia en la muerte, no como fin y principio del ciclo existencial, sino en su apariencia más morbosa y destructiva.
No es una muestra que exalte la belleza, pero muchas de las fotografías son de una intensa hermosura y melancolía interior; no es esta una exposición que retrate un área colateral de la sociedad, pero el eje central de la misma es el aislamiento, las sombras que envuelven la pesadumbre del individuo, incluso en su habitad gregario. No es una exhibición de un fotógrafo comercial. Se necesita sensibilidad y capacidad de visión y análisis, y admirar la fotografía, en general, como si fuese una pintura de los grandes maestros de la historia del arte.
Si bien una parte de las imágenes se aprecia su captura con un cierto margen de azar, o bien de arrebatar el momento justo en el lugar oportuno, en otras se observa una gran preparación de escenarios, tanto si los protagonistas son personas como de objetos u elementos decorativos. El juego de luces y sombras está, evidentemente, bellamente calculado.
Fundación Mapfre ha apostado por una exposición extraña, poco atractiva para el gran público, desacostumbrado en general a contemplar la fotografía como arte, y sólo como documento gráfico o vivencia. Una visión que conmueve y también sobrecoge, y en la que se expresa desaliento, dando a conocer por primera vez en España a un fotógrafo estadounidense, fallecido muy joven como consecuencia del Sida, auto-marginado de los circuitos comerciales, y a su vez deseoso de los mismos, pero sin los servilismos que conllevan, para quien la fotografía no sólo era un vehículo del arte, sino que le proporcionaba un potencial visual, dentro del campo de la creación artística, que le permitía reflejar la verdad de una parte de la realidad.
Marta Teixidó
Crítico de arte
FUNDACIÓN MAPFRE – Casa Garriga Nogués
Carrer de la Diputació, 250
Barcelona